Roberto Arlt: Lagrimas y sonrisas; besos y patadas

La intimidad del autor de Los siete locos. A los besos y patadas: los amores de Roberto Arlt. Dos esposas, varias amantes y un verdadero amor. Mapa de las mujeres que atravesaron la vida y las ficciones de uno de los narradores más importantes de la literatura argentina.

Tuvo algo de fama, no mucho dinero, mucha pinta y mucha labia. Era un bohemio simpático, aunque por momentos, irascible. Sus amigos aseguraban que tenía mucho éxito con las mujeres, pero sus relaciones siempre fueron tensas, de amor y odio extremo, de muerte. Roberto Arlt se casó dos veces, en 1922 con Carmen Antinucci, y en 1940 con Elizabeth Mary Shine.

A Carmen la conoció en el entreacto de una función de cine en la provincia de Córdoba, en 1920, cuando Arlt dejó Buenos Aires para cumplir con el servicio militar. Ella pertenecía a una familia acomodada de Italia, era delgada, rubia, e iba a misa todos los domingos. Era una candidata imposible de rechazar, Arlt estaba fascinado con ella, y con los 25 mil pesos que la familia les entregaría cuando fueran marido y mujer. Después de dos años de noviazgo se casaron, y al año siguiente nació Mirta. Al poco tiempo vinieron las separaciones y las reconciliaciones efímeras, las amantes. Los días con Carmen eran cada vez más negros, intolerables. Desesperado, Arlt le escribió a su hermana Lila: “Algún día en un libro, será el más espantoso que escriba y lo empezaré pronto, contaré mis relaciones con Carmen. Mi vida de sufrimiento con esta mujer desde que me casé. Tengo tantas cosas que escribir y que contar, a favor y en contra mío que ahora sé que todo lo que se ha escrito y vale, vale porque ha sido escrito con sangre”.

En 1924, Arlt regresó a Buenos Aires con su esposa y su hija. Es curioso que, luego de dos años de “infelizmente” casado, continuara viviendo con Carmen. Ni siquiera Carmen parecía entenderlo. En otra carta que Arlt le envió a Lila, escribió: “Carmen me dijo: Yo no me explico que seas tan idiota de mantener a una mujer que no te quiere.” Sólo Arlt podría haber respondido por qué seguía soportando las torturas de Carmen. Sin embargo, para el escritor Eduardo González Lanuza, quien lo conoció, algunas respuestas sobre la vida privada del escritor hay que buscarlas en su obra: “En la escena relatada por Elsa en Los siete locos, en la que Erdosain, su esposo, lleva a vivir a la casa a una prostituta para que ella lo ayude a ‘salvar su alma’, es autobiográfica al pie de la letra.” Según Lanuza: “Como marido, Roberto Arlt tuvo tanto de torturado como de torturador.”

Polleras de novela

Entre Arlt y Carmen estaba todo dicho, el amor se había extinguido completamente. “El único punto de contacto es el instinto —le escribe Arlt a su hermana—, satisfecho éste (sería más cómodo ir a un prostíbulo) no queda entre nosotros sino frialdad y desgano”. Pero lo que ella no pudo o no quiso darle, se lo dieron las amantes. En 1937, Arlt conoció a Ivonne, que también era casada, y comenzó un romance intenso: “Tu enamorado se inclina ante ti. Te besa nuevamente las manos”, le dijo por carta. Pero el romance con Ivonne duró poco, quizás Arlt sólo podía pensar en el que había sido su verdadero amor, Maruja Romero. Ella había pasado por su vida varios años antes que Ivonne, y nunca pudo olvidarla. Mientras eran amantes, Arlt eternizó a Maruja como protagonista de El amor brujo (1932), novela que también le dedicó, por supuesto, a espaldas de Carmen.

Alejado de su primera esposa, sin Maruja y sin Ivonne, Arlt conoció a Elizabeth Mary Shine en 1939. Ella era secretaria del director de la revista El hogar, que pertenecía a la misma editorial dueña del diario El Mundo, en el que Arlt publicaba sus Aguafuertes porteñas desde 1928. Para casarse con Elizabeth, el escritor comenzó los trámites del divorcio con Carmen. Y por primera vez, Carmen se la dejó fácil: al poco tiempo falleció de tuberculosis. Arlt no perdió un minuto y en 1940 se casó en secreto con Elizabeth, en Uruguay. Tuvieron que hacerlo de ese modo porque la madre de ella no avalaba ese matrimonio y su jefe la había amenazado con echarla si se casaba con el escritor, temía que Elizabeth le revelara sus secretos al periodista estrella del diario El Mundo.

El matrimonio con Elizabeth no fue tan caótico como el anterior, sin embargo la historia volvía a repetirse, Arlt le escribió a su hija: “Elisabet (sic) y yo, como siempre, lágrimas y sonrisas, besos y patadas. Es el amor. Creo poder asegurarte que a Elizabet (sic) las patadas la embellecen”. El recuerdo de Elizabeth coincide con esa imagen: “A veces él me pegaba en la calle, pero yo le devolvía”. Arlt tenía mal carácter y Elizabeth le correspondía con un carácter igual, o peor. Se pelearon y se amaron con la misma intensidad durante los 1162 días que duró su matrimonio. Una fría mañana de un domingo de julio de 1942, se levantaron y el tiempo no les alcanzó para una última pelea, Arlt murió de un ataque cardíaco a los 42 años. Se fue sin poder conocer a su segundo hijo, “Robertito” Arlt, que nació apenas tres meses después.

La aparición de Los siete locos en 1929 convirtió la idea de separación y divorcio con Carmen Antinucci en una decisión tomada. Arlt arrancó la primera página de uno de los ejemplares y se lo entregó a su mujer para que lo leyera. Carmen, que sabía de los amoríos de Arlt, se detuvo en la primera librería que encontró y compró un ejemplar; de inmediato se enteró que aquella novela estaba dedicada a Maruja Romero. En medio del escándalo decidieron la separación. Carmen se mudó a Córdoba con Mirta y Arlt se quedó en Buenos Aires, deambulando de pensión en pensión, de barrio en barrio.

En alguna de esas habitaciones funestas, Arlt le escribió a su hermana Lila: “Estoy en un momento de mi vida en que tendré dinero y tengo experiencia para ensayar otra vida. Si ese ensayo fracasa, tengo energías, talento y fuerza para separarme de lo que no me conviene. Pero ahora sé que lo que no me conviene es esa mujer. Pensá que yo puedo ser Erdosain, pensá que ese dolor no se inventa ni es literatura, ese dolor es el que he llevado al lado de esa mujer en ocho años de condenación”.

Durante unos años, Arlt ensayó esa nueva vida sin las torturas de Carmen. Y si bien la separación parecía definitiva, en 1933 Arlt le dedica a ella los relatos reunidos en El jorobadito. Dice la dedicatoria: “Me hubiera gustado ofrecerte una novela amable como una nube sonrosada, pero quizás nunca escribiré obra semejante. De allí que te dedico este libro, trabajado por calles oscuras y parajes taciturnos, en contacto con gente terrestre, triste y somnolienta. Te ruego lo recibas como una prueba grande del amor que te tengo”. Al respecto, Sylvia Saítta —en su biografía de Roberto Arlt, El escritor en el bosque de ladrillos— señala: “La dedicatoria no hace sino tornar ambigua la intención pues Arlt no sólo no le ofrece ‘una novela amable como una nube sonrosada’ sino que le dedica uno de los libros más violentos y agresivos hacia la mujer”.

Parte de la vida de Roberto Arlt sigue viva en sus ficciones. Sus mujeres y la relación que tenía con ellas están eternizadas en dos novelas: Los siete locos y El amor brujo. La primera parece haber sido escrita como redención a las torturas de Carmen y la segunda está íntegramente dedicada al amor que nunca tuvo: Maruja Romero o Irene Loayza, en la novela. Su segunda esposa, Elizabeth Mary Shine, quedó afuera de las ficciones, incluso Arlt le prohibió que leyera su obra porque trataban de otro amor y decía que eso podía entristecerla. “Respeté su deseo mientras vivió —cuenta Elizabeth—, pero a la muerte leí todos sus libros. Me parecieron excelentes, y en vez de tristeza, siempre me trajeron la alegría de haberlo tenido, aunque sea, por unos años de mi vida”.

por Emiliano Cosenza