Camino al VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que se realizará en la Capital cordobesa del 27 al 30 de Marzo, la prestigiosa escritora María Teresa Andruetto, plantea lo siguiente en una entrevista para Comercio y Justicia ( https://comercioyjusticia.info ), realizada por Carolina Klepp.
– ¿Qué está preparando para la conferencia de cierre del Congreso de la Lengua?
– Acepté dar la conferencia de cierre y la expectativa es tener algo significativo para esa ocasión.
Es una conferencia en la que estoy tratando de hablar de algunas de las cuestiones que aparecen en tensión en la lengua, con relación, sobre todo, a la norma y el habla, el uso de los escritores y a la lengua formal, a la inclusividad o no de distintos modos de inclusividad.
Me centré en la lengua como la materia con la que trabajamos los que escribimos y cuál es la mirada desde ahí.
Muchos comparan el CILE con el Campeonato Mundial de la Lengua. ¿Cuál es su definición para este congreso?
No lo miro como un campeonato, no sería la palabra que yo usaría. Es un congreso de una envergadura internacional muy alta para todos los interesados en el mundo hispanohablante. En un congreso se presentan posiciones, se discute, se ponen a consideración de los escuchas, de los participantes, las distintas opiniones. Lo vería como un espacio desde donde mirar la lengua desde distintos ángulos. He visto la programación, yo no conozco a todas las personas porque muchas de ellas son del mundo de la lengua, no de la literatura, y ése no es un mundo que conozca tanto. Desde fuera se puede confundir lengua, literatura, todo como lo mismo, pero los escritores no somos especialistas en la lengua, más bien somos un poco disruptores.
Un escritor en la lengua, a la hora de escribir, provoca o acepta desvíos, no es el lugar de la lengua en un sentido ideal, formal. Es el lugar de la lengua viviendo los textos con todas las disrupciones, desvíos, transformaciones, en las cuales quien escribe intenta, con esa normativa, con esa forma ideal de la lengua, forzar para hacerle decir a la lengua algo más, otra cosa.
En el congreso hay una diversidad de personas del mundo de la escritura, he visto que en el programa hay poetas, narradores, traductores, especialistas en la cuestión digital, en la cuestión periodística, en la cuestión más puramente académica. Me imagino que se producirán distintas miradas en torno a la lengua, porque la lengua es un territorio donde se reflejan también todas las tensiones de la vida social.
– En esa tensión, ¿dónde se ubica usted?
Cada proceso de escritura que uno hace, cada novela, cada cuento, cada poema es un modo de ubicarse en esa tensión en la que siempre trabaja un escritor. Un escritor se coloca consciente o no tan conscientemente, en un punto en la línea que va desde la tradición a la ruptura. Hay escritores que están más próximos a un espacio de ruptura, otros más ligados a las formas más tradicionales de la lengua. Diría también que todo hablante se coloca en ese punto, lo que pasa en que en el caso de un escritor eso se hace público.
– ¿Y dónde se encuentra hoy?
Me encuentro, como cada escritor, en un punto de tensión entre un extremo y el otro. En algunos textos más cerca de la ruptura y, en otros, más cerca de un uso más tradicional de la lengua. Tengo una diversidad de la lengua amplia, en diversos modos de tratar la lengua. Si uno mira mis cuentos que tienen como un tono del género maravilloso, arcaico, ahí me pide mi vinculación con la escritura una valoración de modos más arcaicos de hablar, podrían ser los cuentos de El Anillo Encantado. En otros libros, como los de poemas, o en Lengua Madre, tal vez el espacio de ruptura es mayor. Yo tengo algunos libros más raros, que han circulado menos, más experimentales en algún sentido, pero eso tampoco debe llevar a una idea de que si es más transgresor el lenguaje, las formas o las estructuras, es mejor. O si es más tradicional es peor. Hay escritores, y los hay en Córdoba, que trabajan formas que tiene siglos y siglos, y encuentran en esas formas un modo nuevo de decir. Y a veces se puede romper por romper nomás, sin lograr algo.
– ¿Cómo gravitan esas elecciones en los escritores?
– Un escritor tiene una materia que es la lengua toda, pero de esa lengua hace una selección que tiene que ver con su condición social, con su extracción, con su posicionamiento geográfico, con la generación a la que pertenece o la época, con el país -en relación con si es más central o más periférico-, con la tradición literaria de ese país. Todas ésas son posiciones que un escritor va tomando pero tampoco son tan conscientes. A veces se conscientizan algunas de esas cuestiones, pero antes son más internas, del orden de la pulsión del deseo, de la fascinación con ciertas cosas o no. Todo el tiempo estamos eligiendo, y un escritor, desde que pone una palabra en la computadora o en la libreta, define por qué esa palabra y no otra, por qué ese lugar y no otro, por qué empezar con esta frase, por qué la frase tiene ese orden, por qué el cuento tiene esa estructura, por qué el narrador es tal y no otro, todas son decisiones. Cada coma, punto, letra o palabra es una decisión. Es como si dijeras que vas en auto y vas entre una vereda y otra. Es así, vas entre un extremo y otro. Entonces, uno va por ahí, a veces más cerca de la orilla y a veces más en el centro. A veces se detiene, a veces renuncia porque no va bien en el camino, o se detiene para no hacerlo andar en automático a todo eso.