Cuatro días después de su “último viaje”, su anciana madre, con quien había partido al exilio en Francia, marchó hacia él, en aquella “nave que nunca ha de tornar”, conducida por el dolor y el sinsentido que ocasiona la muerte de un hijo. Hace 80 años, a los 64, fallecía Antonio Machado, un poeta sin fronteras, el mismo que escribió sobre los rincones y las tramas del tiempo, allí donde permanece férreo lejos de todo olvido.
“Más que un hombre al uso que sabe su doctrina,/soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”, escribía en “Autorretrato” Antonio Machado (1875-1939), donde recorría su vida, desde su infancia en Sevilla, hasta su temprano traslado a Madrid, y su pasión por la joven Leonor (“recibí la flecha que me asignó Cupido”), ese subrepticio y trágico amor marcado por la muerte de la joven dos años después del casamiento con el poeta.ADEMÁS
Machado tuvo una formación liberal, forjada en el modelo de la Institución Libre de Enseñanza, ese proyecto del que participaron Federico García Lorca, Luis Buñuel, Salvador Dalí, y tantos exponentes de la cultura española, un proyecto fulminado por el franquismo. Juan de Mairena, protagonista de una obra homónima de compleja clasificación, es quizá el personaje más acabado de Machado, un titán de la retórica, un docente que inculca la duda en sus alumnos antes que la solemne certeza, quizá una de las musas de Merlí, la popular serie catalana que cosecha admiradores. “Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura”, expresa el maestro a sus alumnos.
Machado completó sus estudió en París, tal como lo haría su hermano Manuel. En la “ciudad de las luces” tomaría clases con un filósofo obsesionado con el tiempo, Henri Bergson. Machado plasma en sus poemas el misterio de la durée, el tiempo interior o subjetivo de cada persona, imposible de medir, ya que escapa a la razón y a sus elementos.
Poeta de la austeridad expresiva y económica, es uno de los exponentes más destacados -y más jóvenes- de la Generación del 98, hombres del desencanto. Fue profesor de francés en Soria, en Baeza y también en Segovia, la cada vez más turística ciudad castellana unida por un tren de alta velocidad a Madrid en 27 minutos. En este gélido enclave que erigieron los romanos, vivió el poeta en una sobria pensión hoy convertida en la Casa Museo Antonio Machado, un sitio de peregrinación de lectores.
Además de innumerables homenajes que se realizarán en España y Francia, el hispanista Ian Gibson, reconocido estudioso de la biografía de Federico García Lorca, acaba de publicar Los últimos caminos de Antonio Machado (Planeta), sobre el triste final en el exilio, en Colliure, lejos de su hermano Manuel. Hay muchas teorías sobre la posición ideológica antagónica que los Machado profesaron en sus últimos días y se vincula a este último con el franquismo, causa que abrazó luego de haber padecido la brutalidad de la cárcel. A pesar de las diferencias, Antonio y Manuel se adoraron hasta el último día y esta fraternidad es un ejemplo de lo superador que puede ser el respeto y el cariño dentro de cada familia, a pesar de ubicarse en las antípodas del pensamiento.
Firme partidario de la República, escribe Selena Millares, profesora de literatura en la Universidad Autónoma de Madrid, poeta, narradora y ganadora del premio internacional de Literatura Antonio Machado en 2014 por su novela El faro y la noche: “Manteníamos apasionadas conversaciones en torno a esos temas, que tan bien explicaba don Antonio Machado: esa idea republicana era una emoción antigua de una buena parte del país, y se basaba en el rechazo rotundo a los reyes y jerarcas; era un horizonte soñado, lejos de lo que él llamaba la superstición monárquica y el servilismo palatino. En fin, era también nuestro sueño”.
No es solo Joan Manuel Serrat quien lleva los versos de Machado hechos canción por los escenarios de todo el mundo. Javier Cámara, el maravilloso Benigno de Hable con ella, ha interpretado en dos ocasiones los versos del poeta. La última de estas ocasiones fue en Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013), donde interpreta a un profesor del estilo de Juan de Mairena que exclama: “Yo soy más machadiano, de pasear por las afueras”, en alusión a su distancia con Madrid, pero también a su marginalidad con el estricto sistema de educación. En Los girasoles ciegos (2007), de José Luis Cuerda, la película basada en la novela homónima de Alberto Méndez, Cámara recita “V Soneto” de Machado. Reflexionar sobre los últimos días de Machado es también pensar en un país con heridas abiertas, donde el devenir del cuerpo del dictador Francisco Franco en el Valle de los Caídos está aún en el centro del debate la esfera pública. En Los girasoles ciegos, el autor hace alusión a los últimos días de Machado: “(.) qué gran hombre [Manuel] Azaña, acallado para siempre en un lugar perdido y olvidado de Francia sometida ya a los designios de Hitler, a Machado, nuestro Machado, en Collioure silencioso…
-Somos un pueblo maldito, ¿no crees?
-No. Creo que no somos un pueblo maldito. Eso sería echar la culpa a otros.
A una biblioteca de imprescindibles de Antonio Machado para leerlo a 80 años de su muerte no debería faltarle Soledades, galerías y otros poemas (1907), Campos de Castilla (1912), Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárce (1925), Poesías completas(1933) y Juan de Mairena (1936).
Extraído de:https://www.lanacion.com.ar/2222432-a-80-anos-muerte-antonio-machado-austero