Ella, Emilia Santiago Cadelago, veinteañera; él, Leopoldo Lugones, 52 años, vivirían una historia de amor prohibido y clandestino. Lugones se sentía solo. Adoptó un carácter hosco, que puso de relieve una mañana de 1926, cuando una jovencita acudió a la Biblioteca del Maestro, de la que el escritor era director, para conseguir un ejemplar de su libro Lunario Sentimental. La obra, editada en 1909, estaba prácticamente agotada y la chica debía leerla como tarea asignada en el Instituto del Profesorado, donde estudiaba. “¿Qué quiere? ¿Un autógrafo?” preguntó Lugones. Como no tenía ningún ejemplar a mano, la citó para unos días […]