Los buenos libros producen felicidad, enseñan a hablar bien, a pensar con audacia y crean ciudadanos críticos. ecuerdo con exactitud las diez cuadras que había entre la casa de los Llosa, en la calle de Ladislao Cabrera, y el colegio de La Salle. Yo tenía cinco años y, sin duda, estaba muy nervioso. Ese día, mi primer día de colegio, las recorrí con mi madre, que, incluso, me acompañó hasta el aula y me dejó en manos del Hermano Justiniano. Este me presentó a quienes serían mis amigos cochabambinos desde entonces: Artero, Román, Gumucio, Ballivián. Al más querido de ellos, […]